martes, 25 de mayo de 2010

EL SUEÑO AMERICANO.

Formar parte del equipo Texas Rangers era su gran meta, aún no había cumplido los 13 años y vivía en Arlington (Texas), en un pequeño rancho junto a su familia. El baseball era su pasión, deporte que practicaba con especial habilidad. Su equipo, Bull Texas, participaba en la liga estatal. Sólo faltaban 15 días para la gran final.

Los Texas Rangers formaban equipo infantil dentro del estado para participar en la primera competición de la División Oeste que tendría lugar 9 meses después.

Esa tarde, al salir del colegio, cogió su bicicleta y se arrojó por aquella polvorienta pendiente que atravesaba el pueblo, a cuyo extremo Este se situaba su rancho. Algo extraño ocurría, su padre, un fornido vaquero de sombrero de ala y camisa a cuadros, mascaba tabaco de manera obsesiva junto al abrevadero, en actitud expectante. Johnny adivinó en su mirada que algo especial le iba a ser comunicado, y así fue: había sido convocado a las pruebas para formar parte de los Texas Rangers, entrenaría durante dos intensas horas ese mismo domingo, a tan solo 10 días de la final.



Los hermanos Smith, Paul y George, habían trabajado duro con aquel equipo para conseguir su clasificación. Los chicos habían absorbido como esponjas cada carrera, cada consejo, sabían manejar el bate con la destreza necesaria, estaban preparados. Johnny se había convertido en un gran pitcher, lanzaba la bola con la maestría de los jugadores profesionales a los que admiraba y copiaba.

Paul y George conocían las intenciones de los Texas Rangers de hacerse con los servicios de su joven promesa, del que estaban muy orgullosos ya que había aprendido a jugar con ellos. Estaban pletóricos de que uno de los suyos participara en la competición de la División Oeste, y sabían lo feliz que era Johnny por ello, pero su gran final se jugaría en 10 días, cualquier percance dejaría a Johnny fuera y los Oakland Athletics lo agradecerían.

En la última carrera, a punto de alcanzar la base, John fue alcanzado por el impetuoso pie de Richard Laeds, un chico de color de 100 kg. de peso, cuya única culpa fue aspirar a obtener una plaza en los Texas Rangers, estaba en su derecho y lucharía por ella. Nunca quiso hacer daño a Johnny, sólo quería defender su sueño. El tobillo de John resultó maltrecho, un mes de inactividad fue la recomendación del doctor.



En la gran final del estado Johnny mordía sus uñas con enfermizo nerviosismo desde la grada, sentado junto a su padre. Su equipo perdía y sólo faltaban 2 carreras para el final. Durante todo el partido había estado pensando qué necesidad había de acudir a aquella convocatoria que le había apartado de su equipo, con el que tanto había luchado. Todavía faltaban 9 meses, ¿no habría sido mejor esperar a que terminara la competición estatal?. Se trataba de unas simples pruebas, una toma de contacto sin importancia...

La impotencia por no haber ayudado a su equipo se mezcló con las lágrimas de sus compañeros, sus amigos de siempre, con los que un día soñó proclamarse campeón de la competición estatal.


 


jueves, 20 de mayo de 2010

EN DEFENSA DE LA EVOLUCIÓN NATURAL...

Antes de proceder a la lectura de esta artículo, sería recomendable escuchar esta grabación, que aviso está realizada a principios del siglo XX, por lo que es bastante pobre:



Se trata de la única grabación existente conocida de un "castrati", Alessandro Moreschi, el último castrato, interpretando la pieza AVE MARIA de Gounod.

Ahora, si os parece, escuchemos esa misma bella obra interpretada por Alfredo Kraus en los años 50.



En la Europa del siglo XVI, la iglesia prohibió que las mujeres cantaran en los coros de las iglesias, pero había un problema: las misas con coros se habían convertido en un espectáculo del que disfrutaba todo el pueblo y cantidad de músicos componían piezas para estos eventos. Entonces… ¿Cómo prescindir de los tonos agudos de la voz de las mujeres?

Por ese motivo, en todas las cortes Europeas se impuso la “moda” de los Castrati, que no eran otra cosa que niños varones, que apuntaban maneras en su voz, a los que se castraba, es decir, se les amputaba los testículos. Mediante esta técnica se conseguía que, luego de adultos, mantuvieran una tesitura aguda capaz de interpretar voces características de papeles femeninos.

¿Eligieron ellos, cuando niños, ser castrados para así conseguir prolongar en el tiempo su pueril voz? ¿O simplemente, en su entusiasmo alcanzado por el "¡qué bien cantas!", se dejaron llevar por las aspiraciones de padres o tutores en ruta hacia la gloria?. Es importante saber que no a todos los castrados se les desarrollaba correctamente la voz y la mayoría terminaron en la pobreza y mutilados de por vida, lo que los conducía a pasar por “apestados” durante su existencia y más allá, ya que al no estar “completos” la Iglesia les rechazaba para ser enterrados en tierra sagrada.
 
La primera audición, aunque de mala calidad en cuanto a sonido, nos muestra la tristeza de quien ha perdido la ilusión, de quien ha cambiado sueños por adulteración de su evolución natural. Quizás durante algún tiempo hizo felices a sus progenitories, a su público tal vez unas horas, a él mismo durante unos años.
El gran Kraus nos interpreta la misma pieza con la sencilla maestría de quien ha evolucionado su voz conforme a su experiencia y rango, en condiciones naturales, con los años, con la misma vida. De no triunfar como lo hizo cantando, habría sido un estupendo maestro, o un respetable trabajador de banca o construcción, qué más da, seguro que una persona feliz.
 
Quizá os parezca una temeridad establecer un paralelismo comparativo entre esta salpicada historia de castratis y la de nuestros niños/jugadores de basket. A veces, cuando más felices son entre los suyos, en su pueblo, jugando al basket con sus amigos de siempre, son apartados llevados por entusiasmos, a menudo ajenos, para ir a la capital (pongamos como ejemplo de Villalgordo del Júcar a Albacete) y convertirse en cuasi felices del todo, y para que alguien de una generación por encima diga con la boca llena: - Mi hijo juega en el Murcia... si es de Yecla, o en el Paratinaikos si vive en el Pireo.
 
Todo el mundo sabe, y cuando digo todo el mundo quiero decir eso, que cada 3 ó 4 generaciones de jugadores murcianos, tal vez uno de ellos triunfe en los "coros" de LEB / ACB.
 
Y esos son muchos testículos cortados para poca voz.
 
 

miércoles, 12 de mayo de 2010

DE LAS PUÑALADAS TRAPERAS Y OTROS SINSABORES…

Un Club deportivo puede tener carácter lucrativo, esto es, estar constituido como sociedad anónima deportiva, o por el contario estar formado con carácter social con el único fin de fomentar la práctica de un deporte determinado, bien sea a nivel local o regional.

Ambas formas de concebir el deporte deben estar lógicamente dirigidas por personas comprometidas, con una gran diferencia: Los primeros obtienen sustanciosos beneficios por su trabajo. Los segundos aportan sustanciosas sumas en beneficio del club, bien sea aportaciones dinerarias o en especie, e incluso en ambas.



De todos es sabida la dificultad que en general tenemos los humanos de reconocer servicios ajenos y olvidar galardón, y no me duele en prendas reconocer que a veces esos servicios que yo particularmente presto a mi club no son siempre lo más acertados o adecuados. Pero ni siquiera el mismo Papa, con su infalibilidad, puede presumir de ello.

Formar parte de una Junta Directiva de un Club que sólo te aporta satisfacciones de carácter personal, debe ser considerado un elemento más de la rueda de la propia vida personal, en la que cada vez más tratamos de conciliar vida laboral y familiar… y ahora súmale esto y concilia.

Trabajar para un Club de la forma que se hace en el Basket Cartagena implica muchas horas de trabajo de muchas personas que únicamente reciben satisfacción personal por contribuir a que un grupo muy numeroso de niños y jóvenes, en este caso de cartageneros y cartageneras, y también bastante a menudo nuestros propios hijos (que suele ser el motivo inicial por el que entramos), practiquen deporte en las mejores condiciones posibles. Y estas horas de trabajo, como es de suponer, restan siempre de la cuenta “conciliadora” de la vida familiar y/u ocio.

A menudo leo, escucho comentarios, buceo en los blogs y percibo, continuos reproches realizados por personas a las que jamás he visto mover un dedo por el Club, por este ni por ningún otro, recriminando si miembros de la Junta Directiva acuden o no a presenciar determinados partidos, finales u otros eventos. Las ausencias de personas representativas suelen ser reprochables, pero a mi entender, los delegados de equipo, padres que han tenido la deferencia de al menos ser socios del club y los que no, Directores Deportivos y otros entrenadores ajenos al equipo que se la juega que también asisten, representan con igual solvencia o más a este Club Basket Cartagena en cualquiera de los acontecimientos mencionados que lo que yo mismo pudiera hacerlo.


Con esto no quiero yo dar a entender que no acepto las críticas, sólo trato de justificar que mi ambición como Directivo acaba justo en la línea en la que acaba el trabajo que yo puedo aportar. Me gusta y me emociona, como un integrante más de este Club, asistir a partidos importantes de los distintos equipos, y si es una final y se gana ni que decir tiene. Pero yo no he venido aquí a sacar la barriga. No es mi condición y no la pienso sacar. Si puedo ir y no tengo otra cosa más importante voy, y si no puedo lo siento, más me duele a mí perderme vivencias y emociones de mi gente.