-No todos los días nos es dado visitar una ciudad tres veces milenaria -pensamos cuando la autovía finalizada abruptamente en el Paseo Alfonso XIII-.
Ya por entonces, los visitantes del otro lado del Puerto de la cadena pudimos contemplar las oscuras montañas de La Unión, a la izquierda de la carretera, con los molinos de viento y la luz tenue de una tarde de octubre, los Fuertes dominando las alturas de la ciudad y, a lo lejos, las grúas del puerto y el aliento del mar nuestro que se abre majestuoso como un invisible abrazo de civilización y respeto a las culturas y paisajes que habitan sus riberas.
Llegamos al Pabellón salvador Rosque poco antes de las seis de la tarde. Sólo nos esperaba Miguel Muñoz, sentado en su coche, escuchando por la radio el partido del Cartagena Fútbol Club. Calladamente miramos los asientos traseros del coche: ni rastro de la tarta de queso. Cierta tristeza nos invadió en ese preciso momento: nuestro Real Murcia en Segunda B- ¡con lo hermoso que hubiera sido rememorar esta temporada los encuentros de máxima rivalidad regional!- y, con mayor congoja, la posibilidad de no aliviar las penas con esas extraordinarias tartas de queso elaboradas por Miguel y Balbi.
El pabellón vacío, sus alrededores desiertos y la afición cartagenera reunida en cualquier bar con pantalla de televisión gigante siguiendo a su equipo de fútbol. Sólo algunas gaviotas en las terrazas de los edificios nos recordaba que ya no estábamos en la ciudad de Murcia y que la tarde otoñal, algo cálida y triste -¡la luz mediterránea de los meses del estío nos ha abandonado definitivamente!- anunciaba, sin desmerecer al Canow Caravaca, Red Deportiva Yecla o Capuchinos entre otros, el partido del año de la categoría cadete masculina: Básquet Cartagena 95 versus CB Murcia 95 – perdonad que escribamos básquet con “q”, se nos hace difícil imaginar los bosques y costas de Nueva Inglaterra en estas tierras mediterráneas bañadas por las voces de los ahogados que aún resuenan en las altas peñas de espliego y palmito.
Pronto comenzaron a llegar los padres y madres de los jugadores cartageneros, entrenadores de otros equipos de la liga y multitud de jóvenes dispuestos a disfrutar con el partido. Maravillosa tarde de respeto entre las aficiones, sólo roto por alguna o algún espontáneo no iniciado en los deseos de convertir la tarde en un lugar común de placer y de complicidad porque, no podemos ocultarlo, el CB Murcia 95 y el Básquet Cartagena son dos equipos que, desde la liga infantil y la final a cuatro en la Yecla de Azorín, Castillo Puche y Pío Baroja, se respetan, se emulan y se miran cara a cara para certificar su crecimiento deportivo y, queremos creerlo, personal. Hay en el equipo cartagenero una voluntad de superación -opinamos desde la distancia- que se escenifica cuarto a cuarto, partido a partido, año a año. Ya en enero de 2010, en partido celebrado en Murcia y acompañado con un delicioso bizcocho preparados por la entrañable familia Parra y un licor de nueces que unió a las dos aficiones durante unos minutos- escasos a nuestro parecer- el Básquet Cartagena perdió de diez puntos y acarició durante gran parte del encuentro la victorias en tierras adversas. Por entonces, también es franco decirlo, no jugaron Joel García y Manu.
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Final CBC - CB Murcia (Yecla, mayo 2009) |
Los dos primeros cuartos del partido nos depararon una igualdad de puntos entre los dos equipos, un gran trabajo- y también desgaste físico- de los cartageneros que contrarrestaron la diferencia de altura con una defensa agresiva. El CB Murcia, por su parte, llegó con los refuerzos de Manu y Joel, con jugadores nuevos – Samu, Pepe, Darío, Andrés (lesionado)-, con nuevo entrenador- Javier Martín- y con deseos de certificar su candidatura al campeonato cadete regional. A estas alturas de la crónica se habrá percibido la dificultad con la que nos movemos en el campo del análisis técnico de los partidos. Parece- voces a nuestro alrededor pertenecientes a los dos aficiones así lo afirmaban- que los árbitros necesitaban gafas o no habían leído el Reglamento de baloncesto- no sabemos si tales aseveraciones son ciertas o dictadas por el apasionamiento del partido-, que las faltas del CB Murcia eran castigadas con espeluznante severidad a diferencia de las cometidas por el Básquet Cartagena o viceversa. En nuestra opinión, los árbitros eran jóvenes, educados y no tuvieron incidencia alguna en lo apretado del marcador en los dos primeros cuartos.
El descanso estuvo acompañado por la delicia culinaria de la que ya hemos dado pistas más arriba. Dos pasteles de queso, cortados en cuadrículas con sus respectivos palillos, y bebidas dulces y gratificantes. Las dos aficiones nos entremezclamos formando corrillos, hablamos de los divino y de lo humano- más de lo segundo que de lo primero-. En ningún caso se cuestionó el arbitraje, éramos conscientes que las posibles diferencias entre ambos equipos se deberán siempre a lo deportivo, no a fantasmas que recorren de noche nuestros maleables corazones y los cargan con las cadenas del sectarismo.
En los dos últimos cuartos, el CB Murcia 95 rompió el partido definitivamente. Los jugadores murcianos impusieron un ritmo frenético apenas respondido por los cartageneros agotados por el desgaste físico defensivo de la primera parte del encuentro. Finalmente, los de la ciudad del Segura se impusieron por 85 a 44 cuando ya la noche extendía su manto misterioso por las calles de Cartagena y una membrana, como de capullo de seda en sus primeras pinceladas, enmarcaba la luna mediterránea. Alguien, un aficionado cartagenero, comentó que se había escrito la historia y que nosotras, pobres cronistas de nuestra decadencia física y cultural, poco podíamos aportar a la Nube que cubre el Universo con un colmena de información sin ordenar. Recordaremos a nuestros hijos que han jugado magníficamente, a los jugadores cartageneros, de azul orlado en blanco, que han puesto corazón y garra para detener el ímpetu barroco de los murcianos, a los dos equipos saludándose al final del partido en una muestra de sana deportividad y a las madres y padres de ambas aficiones, siempre dispuestas a crear lazos de amistad o a mantener los ya entretejidos en este caprichoso, honesto y, a veces, carnívoro mundo del baloncesto regional.
Por nuestra parte, querido Jesús, no encontramos palabras distintas para tejer esta crónica, tampoco sentimientos ambivalentes o sombras en las gradas ocupadas por la afición cartagenera. Sólo gratitud y cierta pena por no haber podido pasear por el puerto para sentir en el rostro la brisa poética de una ciudad tres veces milenaria que, creedlo, es también nuestra ciudad y la de nuestros ancestros.
Accede a la crónica de "El Otro Basket" publicada en "losquenoentendemosdebaloncesto" en el siguiente enlace: Somos lo que fuimos...